El profesor Pablo Canteros afirma
que para él La Chilinga es su “vida” y que lo “llena de alegría y de emoción”. Además hace
explícito cual es el objetivo de la escuela: “Nosotros queremos hacer un
rescate de nuestra historia, que nos forjó como sociedad y como americanos”.
La conjunción del
amor a la percusión, a la expresión artística y a los ritmos de base afroamericanos
tiene un nombre: La Chilinga. Se trata de una escuela de percusión que se fundó
hace 17 años con la finalidad de estudiar, investigar y tocar ritmos de este
hemisferio sur del mundo. Su ideólogo y director es Daniel Buira, ex baterista
de Los Piojos.
Como los discos, o
como la luna, La Chilinga se puede dividir en dos lados: Por una parte, la escuela,
que tiene entre sus objetivos la enseñanza del origen de distintos ritmos y la
preparación de docentes en percusión y danza, con sedes en Saavedra, el ECuNHi, Martín Coronado, Florencio
Varela, el Centro Cultural Sábato y el Teatro Horizonte de Lomas.
Pero el otro lado
(que en este caso no es ni de cerca oscuro) es el de la banda en sí mismo, la orquesta de
percusión, que cuenta ya con cuatro discos propios. El tiempo y la trayectoria
llevó a La Chilinga a participar en trabajos de artistas de la talla de Pedro
Aznar, Diego Torres y Calle 13, entre otros.
El
profesor –desde hace seis años- de la sede de Lomas de Zamora de la escuela,
que funciona en el Teatro Horizonte, Pablo Canteros, explica cuál es la
importancia del proyecto, qué significado tiene para él pertenecer a “La
Chilinga” y hace referencia al estilo de música en el que trabajan: el ritmo
afro americano.
-Si tuvieras que explicar
brevemente que es La Chilinga, ¿cómo la definirías?
-Yo creo que es
alegría movilizadora. Más allá de lo artístico, cuando uno está feliz siempre
quiere ir por más y mejorarlo, y tratar de compartirlo y que cualquier persona
lo pueda disfrutar. Creo que de eso se trata. Un estado que te lleva a mejorar
y a ir por lugares donde no hay nada.
Pero otra palabra con
la que se puede definir La Chilinga es autogestión. La autogestión funciona, aunque
primero es necesaria la apertura mental de las personas. Lo primordial, es que
La Chilinga es un espacio de participación inclusivo.
-¿Y para vos que significa?
-La
Chilinga es mi vida. Me llena de
alegría, de emoción. En otros espacios de mi vida me hace ser mejor. Pero sé
que si el día de mañana yo no estoy o no está alguno de los chicos, no pasa
nada, la escuela puede seguir. En La Chilinga siempre vamos todos juntos, en
todo. Desde las tocadas, hasta las decisiones y el trabajo. Siempre es en
grupo”.
-La escuela se especializa en la enseñanza y
en la producción de trabajos que se basan en ritmos afroamericanos, ¿Por qué la
elección de ese estilo?
-“La percusión viene
con el tráfico ilegal de esclavos. Negar eso o hablar de percusión sin hacer
foco en ese tema es una necedad. Hoy en día hay muchas cosas que todavía son
tabú. Si podemos romper con eso, nos daríamos cuenta que hay una riqueza
cultural y artística impresionante. Nosotros queremos hacer un rescate de
nuestra historia, que nos forjó como sociedad, como americanos. Si hablamos de
la historia americana desconociendo a los esclavos es negar la identidad de uno”.
-La escuela de La Chilinga se organiza a partir
del concepto de “bloque”. ¿Qué significa esta idea, cómo es la organización?
-“El bloque es la
división en distintas líneas de los que formamos parte de La Chilinga. Los
bloques tradicionales de la escuela son: tambores de batucada que son zurdos,
graves, agudos y medios; redoblantes;
repiques y timbales. Y en dentro de los distintos bloques hay distintas líneas.
El concepto de bloque se refiere a la formación, a la ubicación en cada una de
las líneas”.
-Las expectativas que tenías al comienzo,
cuando comenzaste a formar parte de la escuela, ¿las alcanzaste o ya las
superaste?
-“Los objetivos se
superaron porque La Chilinga sigue creciendo, y cada vez llega a más lugares, y
esa es la idea, que los tambores lleguen cada vez a más lugares. Acá más allá de
que en la escuela se paga una cuota a nadie se le va a negar la posibilidad de
tocar un tambor”.
-¿Cuáles crees que son los motivos que llevan
a los chicos y a la gente a acercarse a La Chilinga?
-“Casi todos los que
estamos dentro de la escuela la conocieron o por Los Piojos, porque Daniel
(Buira) participó en los discos de Los Piojos,
o que la mayoría de la gente que se anota es porque nos ve tocando en
una plaza y el impacto que eso le genera es muy grande. Te imaginas que treinta
tambores no pasan desapercibidos. Más allá de la sonoridad de los tambores, las
fechas en las que participamos son fechas muy simbólicas. Todos los 24 de Marzo
participamos de actos en reclamo de justicia y memoria. Hoy en día la gente
tiene más ansias de participar en espacios artísticos, y tiene la necesidad de
conectarse con otras realidades. La gente no es tan individualista ahora. Hoy,
a la gente le importa más lo que le pasa al otro”.
¿Cómo llegaste a ser parte de La Chilinga?
“Yo, de pura
casualidad. Llegué porque mi suegra me regaló un disco de la escuela y a mí
siempre me gustó la percusión, y la verdad que como no seguía a Los Piojos no
la conocía, y cuando escuché el disco me encantó. Sobre todo, el tercer disco
(‘Muñequitos de tambor’). Y en el CD estaban los contactos, y yo sabía, además,
que estaban dando clases en la Universidad de Lanús, entonces llamé. Pero el
curso ya había arrancado y tuve que esperar al año siguiente para empezar”.
-¿Cuál fue tu primer sensación al comenzar a
formar parte de La Chilinga?
-“Yo ya había
tocado, pero nunca con tanta gente. Me fascinó. Empezó a interesarme cada vez
más, y empecé a involucrarme en otras sedes. Dentro de la escuela nunca dejas
de conocer gente. Acá hay médicos, ingenieros, abogados, artesanos. Es muy
plural. Y a partir de eso, se van limando prejuicios. Cada uno tiene motivos
distintos por los que participa en la escuela. Tengo alumnas que me han dicho
que vienen a la escuela porque les sirve como descarga emocional. Tiene algo
corporal y emocional muy fuerte. Otros lo hacen por hobbie, o para formarse”.
-La Chilinga participó en los últimos años en
los trabajos de artistas como Calle 13, Pedro Aznar, Diego Torres. ¿Qué
representa para ustedes participar en este tipo de experiencias?
-”A mí en lo
personal me encanta. A mí, en realidad, lo que me más me importa es tocar en la
Chilinga, pero siempre que existe la posibilidad de tocar con un artista de
renombre me parece maravilloso. La gente
que no conoce a La Chilinga, cuando tocamos con artistas nos conoce por intermedio
de ellos”.
-¿Cuáles son los objetivos de cara al
futuro?
- “Nosotros no nos
proponemos grandes objetivos. Las cosas empiezan a suceder. Al no proponernos
grandes objetivos eso permite que no nos frustremos. No hay un objetivo a corto
o mediano plazo, pero el objetivo desde que se creó la escuela es llegar a
abrir espacios de participación y hacer que la cultura pueda llegar a la mayor
cantidad de personas posible. Ayudar a que las experiencias artísticas sean
accesibles a todo el mundo. Y en la sede de Lomas, empezar a abrir más talleres
que permitan que más gente se pueda incorporar a la escuela”.
Mauro Castro
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